lunes, 9 de mayo de 2011

Los elefantes prefieren el whisky

  
   Cuando entré en la sala de cine no iba convencido del todo. Una película protagonizada por Robert Pattison y Resse Witherspoon despierta cierto tufo a producto crepusculiano de dudosa calidad. Sin embargo, movido por el éxito que ha tenido la novela homónima de Sara Gruen en la que se basa la película, por el interés de volver a ver actuar al genial y oscarizado Christoph Waltz tras bordar el papel del nazi cazajudíos Hans Landa, y sobretodo por la siempre sabia y preponderante opinión de mi pareja, acabé sentado en la butaca durante poco más de dos horas para ver la última película del director Francis Lawrence (Soy leyenda) Agua para elefantes.



   La película es una preciosa historia de superación, amor y pasiones. Con un inicio que recuerda en parte a la popular El diario de Noa, un anciano acabará contando su historia que transcurrirá en los albores del siglo XX en norteamérica, la tierra de las oportunidades, que no obstante se encontraba sumida en una grave crisis o desaceleración económica (que ahora está de moda), La Gran Depresión, agravada en parte por la famosa ley seca que impedía a los ciudadanos ahogar las penas con alcohol. En los primeros minutos del largometraje ya se intuye como terminará la historia de Jacob, pero lo verdaderamente importante es el cómo se llega hasta allí.

   Con el mundo del circo como telón de fondo y una defensa a ultranza sobre el trato hacia los animales como mensaje final, la cinta dirigida por Lawrence convence y no decepciona. Muestra una gran sensibilidad y critica con avidez la crueldad humana hacia el mundo animal. La trama cirquense curiosamente se asemeja de algún modo a la que llevara a la gran pantalla Álex de la Iglesia con Balada triste de trompeta, sin bien los caminos de Agua para elefantes no caminan hacia los derroteros de violencia gratuita y desmedida de la película del director español. El triángulo amoroso viene a ser parecido, e incluso el "malo" en ambas cintas muestra esa personalidad dual, dónde bajo determinadas circunstancias deja salir al Mr. Hide que esconde en su interior.



   Los fans de Pattison se llevarán una grandísima sorpresa con la interpretación del actor. Sencillamente, quién espere ver de nuevo al vampiro luminiscente que se espere al estreno de la cuanta parte de la saga, porque Pattison da un paso al frente en su carrera, borrando de un tajo los estigmas creados con sus anteriores papeles y superando su posible encasillamiento. En especial destacaría su actuación gestual, con miradas que expresan con claridad los sentimientos más profundos por los que atraviesa la vida de Jacob.  La protagonista femenina en cambio, no convence demasiado. Desde el primer fotograma en el que aparece se la ve incómoda con el papel, con la sensación de que no su elección quizás no fue la más acertada. En su favor, diré que en las escenas románticas y que desprenden cierta sensualidad, Witherspoon se viene arriba y ofrece una mejor cara. No hay que olvidar otra interpretación no menos reseñable, la de la elefanta Rosie. La aparición de la adorable paquiderma es el eje central de la historia y marcará la vida de los protagonistas para bien o para mal en el futuro. Por último decir que a mi modo de ver, la interpretación de Waltz del maquiavélico Agust es lo mejor de la película. Sencillamente es un grandísimo actor y además está escogiendo perfectamente los papeles que mejor se adaptan a él.

   P.D. La película es muy recomendable, pero el guión muestra alguna laguna y se me antoja flojo en algunos aspectos para potenciar otros. Por ello, si les gusta la película una vez la vean, no dejen de leer el libro para profundizar más en la historia.. y para saber porqué el título de este post.

martes, 3 de mayo de 2011

Cicuta con gusto no mata...

  
   Atenas, cuna de la civilización clásica y actual, disfrutó de sus años más portentosos bajo el mandato de Pericles. Se instauró por vez primera la democracia, débil, pero democracia al fin y al cabo. Se promocionaron las artes y la literatura, los filósofos adiestraban a sus pupilos y la sociedad ateniense prosperaba en su etapa de oro. Tras la muerte de Pericles, la guerra contra Esparta, la peste, los continuos conflictos políticos y la lucha por el poder, hicieron que Atenas entrara en una época decadente y oscura. Este es el marco elegido por Ignacio García-Valiño para su novela Las dos muertes de Sócrates.



   No es en sí una novela histórica, aunque casi todos sus personajes son reales y los acontecimientos que se narran existieron en su mayoría (con alguna que otra licencia del autor). Tampoco podemos enmarcarla dentro de la categoría de novela negra o policíaca, aunque hay un crimen y el protagonista debe resolverlo. La novela en sí es un reflejo de la Grecia Clásica, de cómo vivían sus ciudadanos, de sus temores, de sus miedos, de sus deseos y anhelos, de sus creencias, de sus ideas. García-Valiño construye una obra sin fisuras que nos habla de filosofía, de política y de un sistema democrático que cimentará el actual. Nos cuenta la continua lucha de la mujer por demostrar que no es menos que un hombre, ese feminismo sano que ya tocara Amenábar en Ágora. Encontramos también la historia de un amor imposible y de otro llevado hasta el límite. Sus páginas narran la decadencia de las civilizaciones, el pasado reflejado en el presente, de la dualidad del alma humana. Pero no nos engañemos, el nexo que une todas estas historias, el epicentro de este pequeño seísmo literario es el juicio, condena y muerte de Sócrates.

   Lo mejor de la novela es la forma tan plástica de escribir del autor. Su lenguaje suave y bizantino encaja magníficamente con el ambiente de la novela. Como se diría en el argot carnavalesco, García-Valiño se mete perfectamente en el "tipo". No es fácil recrear diálogos usando a personajes reales tan influyentes y complejos. Hay que documentarse muy bien y entender con claridad la forma de pensar de cada uno y sus personalidades (como dijo Ortega y Gasset "yo soy yo mismo y mis circunstancias"). Por la pluma de García-Valiño desfilarán Aspasia de Mileto, viuda de Pericles, dueña del burdel más famoso y elitista de Atenas y que se nos presenta como la mujer más influyente de su tiempo, Aristófanes el dramaturgo moroso y juerguista, el intrigante Alcibíades, héroe y villano de Atenas y amante de la enigmática hetaira Neóbula (quizás el único personajes inventado), un vengativo y ambicioso Anito y un ambiguo Sócrates visto desde una perspectiva quizás jamás contemplada y que es el mayor acierto de la novela.



   Lo que conocemos sobre la figura de Sócrates, de sus ideas, de sus pensamientos, de su filosofía pero también de su vida y muerte, se lo debemos a los escritos de Platón y Aristóteles fundamentalmente. Partiendo de la idea de que Platón fue su discípulo y que Aristóteles a su vez lo fue de Platón, no es raro hacerse una idea que la visión que dan de su maestro sea bastante sesgada y subjetiva. Sócrates creía en la verdad, en una verdad absoluta que según él se encontraba dentro de cada uno de nosotros. Nunca ambicionó cargo público alguno y ni cobró por sus enseñanzas, pero es cierto que elegía a sus discípulos entre aquellos que podían convertirse en gobernantes u hombres influyentes de la sociedad ateniense. Fue acusado por Anito (víctima del crimen que sucede en la novela) de no creer en los dioses griegos, de corromper y confundir a la juventud y de conspirar en la sombra contra la democracia y Atenas. Sócrates no se defendió (según las crónicas) y se limitó a aceptar su muerte bebiendo cicuta. ¿Fue su muerte una prueba de su inocencia? ¿o se sacrificó para convertirse en un mártir de sus ideas? ¿Por qué rehusó defenderse o incluso fugarse como tuvo la oportunidad de hacerlo? ¿Por qué eligió morir cuando podía perfectamente haber conseguido otra condena más liviana como el exilio? Todas estas interrogantes serán las que intentará descifrar Pródico, verdadero protagonista de la historia. Personaje real, sofista de profesión y por tanto contrario a los conceptos socráticos, dará una visión distinta y peculiar a todos los sucesos que se desencadenarán y en especial a los enigmas anteriormente citados.. ¿Por qué Sócrates bebió la cicuta con agrado? La cicuta le produjo una muerte real al viejo filósofo fisiológicamente hablando, pero evito su otra muerte, la ideológica, la de pasar a la prosperidad por sus ideas y la defensa a ultranza de las mismas. Las dos muertes de Sócrates... ¡Cicuta para todos!