martes, 13 de marzo de 2012

¡Cuánto hijo de puta y qué pocas balas!

  

   De empleado de un videoclub a uno de los grandes directores actuales de cine. Con esa entrada se puede definir la biografía de Quentin Tarantino, un genio del cine creado a partir de retales, nacido de la mezcla de géneros. Criado por su madre (no llegó a conocer a su padre) que le puso el nombre Quentin por un personaje de una serie que interpretaba Burt Reynolds, de pequeño era un niño solitario, y se pasaba horas delante de la televisión, a la cual sólo dejaba para ir al cine. Este comportamiento y sus inquietudes artísticas sin duda forjaron la personalidad que hoy luce en cada uno de sus trabajos. Su cine se fundamenta en narrar una historia nada lineal, con unas escenas extremadamentes largas, unos diálogos que ya por sí sólos son un puro ejercicio de arte, un sentido del humor kamikaze y una violencia exagerada hasta la caricatura. ¿Sus influencias? El mismo declaró en alguna ocasión que su escuela de cine era ir al cine. Aún así, las referencias a las películas de serie B, las de Kung Fú o las del Spaguetti Western son fácilmente apreciables, aunque lo que le hace único es que realmente Quentin Tarantino hace las películas tal como las haría Quentin Tarantino. Escribe el guión, elige a los actores y se pone detrás de la cámara para contar una historia como sólo él sabe hacerlo.

   La película que dio a conocer su nombre fue Reservoir Dogs (1992). Es sin duda un hito en la historia del cine independiente, dónde ya se puede apreciar las características más personales que Quentin imprime en su cine. Se trata de un thriller violento, pero sin apenas acción, dónde el cóctel de buenos actores, grandes escenas, ingeniosos diálogos, una excelsa elección musical y una sublime puesta en escena convierten a Reservoir Dogs en una cinta imprescindible del cine independiente y en una inmejorable opera prima para su director. En esta escena, vemos como se asignan los nombres a los delincuentes para que sus identidades sigan en el anonimato. No es la mejor escena del film, pero ilustra en parte ese humor negro y el magnífico guión que siempre acompañan a Tarantino (Sr. Marrón en la escena).


   Sin embargo, la escena más reconocida de Reservoir Dogs es la escena de la tortura o la de la oreja según se vea. Escenificada en multitud de ocasiones por jóvenes actores de teatro que dan sus primeros pasos, también ha sido parodiada en alguna otra ocasión, como en un mítico capítulo de Rasca y Pica de los Simpsons dirigido por Quentin. Esta escena es una mezcla de violencia, sangre, música y humor negro resume a la perfección el aroma de la película.



   Si con Reservoir Dogs se dio a conocer, fue con Pulp Fiction (1994) con la que consiguió fama, premios, dinero y consagrarse como uno de los directores jóvenes con más futuro. Ganadora de la Palma de Oro y del Óscar al mejor guión, la película narra las peripecias de unos delincuentes de medio pelo en los bajos fondos de la ciudad de Los Ángeles. De nuevo la violencia desmesurada, el humor macabro y los diálogos tan brillantes como absurdos componen una sinfonía inmejorable con la que Tarantino consiguió hacer sin duda una de las mejores películas de todos los tiempos. No es una película cargada de momentos geniales, es una genialidad en sí toda ella. El ritmo no decae en absoluto y con esa asimetría cronológica suscita aún más interés y le da una singularidad propia del director. Además están los personajes, quienes son en su mayoría inolvidables aunque apenas tengan unas líneas de guión y aparezcan sólo unos minutos en la pantalla. El Sr. Lobo (Harvey Keitel) es sin duda magnífico y un icono de la historia del cine. Resulta difícil elegir una escena, por lo que es mejor que vean la película si aún no lo han hecho. De todas formas aquí os traigo la del Sr. Lobo.. "estoy a media hora, llegaré en diez minutos"..


   Una de las escenas más ilustres de Pulp Fiction es el baile que se marcan Uma Thurman y un resucitado para la causa John Travolta. Esta escena da pie a comentar lo importante que es para Tarantino la música en sus películas. La meticulosidad que muestra para elegir sus canciones hacen que sus bandas sonoras sean extraordinarias y que funcionen tan bien como sus películas. Pero no basta con saber elegir la canción correcta para el momento adecuado, además hay que saber usar la música, y él sabe hacerlo como nadie. Sus canciones (casi todas sacadas del baúl de los recuerdos) son un personaje más, una parte más de la escena que te da información adicional para comprender mejor lo que estás viendo.


  
   Con Kill Bill (2003), Tarantino rinde homenaje a las películas asiáticas de acción o de artes marciales que tanto furor tuvieron en los años sesenta. No olvidemos que el maestro de Knoxville (su ciudad natal) creció visionando películas de ese estilo, más las consabidas cintas de serie B y de vaqueros. Pero si Quentin hace su particular ofrenda a ese mundo lo hace a su manera: escribe una historia en principio mínima que apenas llegaría para el argumento de una novela de Silver Kane, y después deja que salga todo su talento, que fluya genialidades y sangre a partes iguales y se convierta en entretenimiento puro y duro. La venganza de la mamba negra te puede encantar o te puede resultar un bodrio insufrible, pero no te deja indiferente. La violencia coreografiada se entremezcla con largos tiempos muertos y juegos con la cámara que pueden ir desde un toque retro en blanco y negro a la originalidad de un manga en la pantalla. Disfrutemos del vuelo de las katanas en la célebre escena en la que "La novia" ataviada con un mono amarillo con franja negra emulando al mismísimo Bruce Lee en El juego de la muerte, se enfrenta a la banda conocida como los 88 maniacos.


    Como remache final os dejo una escena eliminada de Kill Bill vol. II, dónde Bill se enfrenta a varios enemigos en presencia de Beatrix. Es una escena fantástica y seguramente la escena fue suprimida por no excederse en la duración del metraje, porque realmente está a la altura de la película. Para el año 2014 está previsto el volumen III de esta saga que pondrá punto y final a la historia, si bien no está del todo claro el argumento de la misma.


   El último trabajo hasta la fecha del genio de Tennessee es Malditos Bastardos (2009), o la Segunda Guerra Mundial vista desde la óptica de Tarantino. La película es un despliegue de talento lo mires por donde lo mires y consigue elevar lo que en principio parece una distorsión de la realidad en forma de broma en una auténtica obra maestra. No me extenderé en demasía porque la película cuenta ya con un post en mi blog para ella sola (pulsa aquí si quieres leerlo), pero os dejo un pequeño corte del primer acto, donde el nazi cazajudíos Hans Landa nos regala una escena inolvidable, que tiene su consumación con la decisión de disparar o no (esto no llega a verse en el corte), una bala que a la postre cambiará el destino de una guerra y por ende de toda la humanidad.


   Tengo la sensación de haberme extendido bastante en este post, pero es que soy un enamorado del cine de Tarantino y la ocasión lo exigía. No obstante, lo que espero es que él siga extendiendo su filmografía (de momento a finales de año estrena Django, un western que promete) y haciéndonos deleitar a todos sus seguidores y enfadar a su detractores pues también los tiene, y es que como dijo uno de los atracadores en Reservoir Dogs..¡Cúanto hijo puta y qué pocas balas!.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Estos muertos están muy vivos

  
   Dice una famosa cita "dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada", pero los protagonistas de la magnífica trilogía Los Caminantes, darían cualquier cosa que le pidieran por ser invidentes y no ver todo el horror que se les viene encima cuando Carlos Sisí traslada a Granada (más concretamente a La Alhambra) el epílogo de su apocalipsis zombi. Con Hades Nébula, título de esta tercera entrega, el círculo se cierra, para fastidio de todos sus fans y para alivio de todos los supervivientes a la pandemia.



   La tercera parte de las desventuras de los caminantes, es sin duda la mejor de todas. Contiene en sus páginas la dosis justa de terror, tensión, amor y suspense para que el lector se vea prácticamente impotente para soltar el libro y dejar de leer. Hallaremos sorpresas como encontrarnos con algún personaje que creíamos perdido y con otros con los que sinceramente no desearíamos volver a toparnos. Habrá bajas, alguna de ellas de relumbrón, pero necesarias para dotar de cierta credibilidad a la historia. También encontraremos historias paralelas que enriquecerán la obra (como el avecren) y pequeños homenajes o guiños que el autor se permite (como una clara alusión al ghetto judío en tiempos de la segunda gran guerra o la muerte de uno de los protagonistas que por su raza no pudo elegir mejor sitio para dejarnos). Pero sin duda, lo mejor que tiene esta tercera entrega es que responde a todos los interrogantes que se habían planteado en las anteriores. Conoceremos el origen de la pandemia y del virus Necrosum, el porqué de su creación y como se propagó, sabremos que pasaba en el resto del país y del mundo y desvelaremos algunos detalles del pasado de los personajes principales. Este detalle, aunque pueda parecer nimio, es sin duda de vital importancia para hacer una trilogía, más aún cuando en principio no estaba concebida como tal, sino como una novela en singular. Los que siguieran la serie Lost como yo, me comprenderán mejor, pero no puedo más que felicitar a Sisí por saber completar la trilogía sin prácticamente fisuras en la que no se baja el ritmo en ningún momento.

   Si en la primera aventura los zombis se presentaban como el enemigo principal, en la segunda el autor nos presentaba a otro nuevo adversario insospechado: la crueldad humana. En Hades Nébula quizás podamos ver una versión mixta, pues los zombis siguen representando su papel y los militares en esta ocasión interpretan la cara oculta del ser humano. Pero el gran tesoro que esconde la obra opera prima de Sisí es la creación de un villano como el Padre Isidro. Al igual de detrás de cada gran hombre, hay una gran mujer, detrás de cada gran escritor hay un gran personaje y este es el párroco malagueño. Isidro reúne todas las características para pasar a la inmortalidad como uno de los grandes villanos de la literatura de todos los tiempos.



   Quizás algunos lectores puedan pensar que hay que estirar la gallina de los huevos de oro, y que es una pena que Sisí no nos deleite con más entregas de Los Caminantes. Yo mismo no puedo negar que desearía leer más y que el gusanillo de ver nuevas aventuras y correrías de los zombis habita en mí, pero pensando fríamente creo que el bueno de Carlos hace bien en dedicarse a otros proyectos, porque no es bueno encasillarse ni vivir de las rentas. Aunque una cosa no quita la otra, y no sería desdeñable que en un futuro los caminantes se alzarán nuevamente de entre los muertos para volver a darnos un susto.