lunes, 19 de septiembre de 2011

Entre lo divino y lo humano

  
   Ayer, la magia de Corteo del Cirque du Soleil inundó nuevamente Sevilla. El grandísimo espectáculo de la compañía canadiense es un desfile carnavalesco, una algarabía surrealista en la que el payaso Mauro imagina cómo será su funeral, repasando todos los personajes maravillosos y vivencias increíbles que ha experimentado. La mezcla de espontaneidad, comedia, acrobacias, diversión, belleza visual, música, danza y poesía en imágenes llevará de nuevo al espectador hasta un lugar imaginario, una ceremonia onírica que está entre lo terrenal y lo celestial, entre lo real y lo fantástico.



   Fue mi segunda vez tras Saltimbanco, y una vez más el show mereció cada euro que costó la entrada. Mientras que Saltimbanco es el pionero de sus espectáculos, dónde se funden los colores y la luz con las acrobacias más inverosímiles, Corteo te sumerge en una atmósfera gótica y oscura, con unos personajes de tinte románticos y melancólicos. Los números cirquenses propiamente dicho, carecen quizás de la majestuosidad de otras veces, pero si a estos le sumamos una escenografía insuperable, un vestuario y maquillaje soberbios, una banda sonora inmejorable y la pasión y entrega de cada uno de los actores y acróbatas obtenemos un resultado que contradice a las Matemáticas y le da la razón al Holismo o AristótelesEl todo es mayor que la suma de sus partes.


   Corteo es un viaje que abarca desde lo más grande a lo más pequeño, y te transporta a una hermosa fábula que nos cuenta lo trágico y lo cómico de la vida. Acompañaremos a Mauro en busca de su humanidad, de aquello que nos haga comprender que esta vida merece ser vivida. Un poema en movimiento, que se sirve desde los más simple (una escalera) hasta lo más complejo (sofisticadas plataformas mecanizadas). Un recorrido en la que el espectador es uno más, interactuando como es norma habitual en este circo dentro del show. Dicen que justo antes de morir ves pasar tu vida en un momento y esto es lo que representa Corteo. Mientras le entregan sus alas para unirse a los ángeles que vigilan el cielo, contempla con nostalgia y júbilo como Loquillo tenía razón cuando tituló una de sus canciones que La vida es una fiesta.

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